
¡Está bien sentir miedo!
cómo no sentirlo si es un estadio del ser.
¡Está bien querer ser libre!
cómo no si la libertad da felicidad,
y para ser felices hemos nacido.
Por qué te aterras,
por qué te alejas de tí mismo.
Pareces un niño asustado,
que corre, que huye,
pero que siente miedo de perderse
y vuelve a su habitación.
Te depositas con cuidado en el suelo para no lastimarte
arrastrando tu espalda y tus glúteos redondos sobre la pared.
Lloras y te escondes detrás de tus manos.
Adoptas una posición fetal
y crees que eres invisible a los demás,
y por la rendijas que dejan tus dedos miras el mundo y te vuelves a aterrar.
Sientes que hay un monstruo en tu habitación
y gimes casi en silencio
para que no te oiga ese gigante gelatinoso
de aspecto horrible y temerario.
Te levantas cuando no oyes nada,
te limpias las lágrimas,
te incorporas a tí
y sales de tu habitación;
te ríes con el mundo
pretendiendo olvidar lo sucedido.
No hablas de ello para que nadie te juzgue
o para que el monstruo no te oiga
si es invisible y te sigue a todas partes.
Sientes que es así.
Sabes que te sigue, que no te deja...
Y Sabes por qué...
porque el monstruo eres tú...
Te temes
Te odias
Te amas
y odias amar un monstruo
que crees que sólo tú amarías.
Te escondes en tu habitación
para estar a solas contigo y recriminarte
¡No Huyas! ¡no seas cobarde!
¡Está bien sentir miedo!
pero miedo de mostrarte,
y al miedo hay que enfrentarlo,
no se es valiente por no temer,
sino por no actúar.
Nunca te carcomas por miedo de lo que eres,
tú eres,
y a tí no tiene por qué importarte.
¡No finjas más!
¡no seas cobarde!
Tú eres,
no tengas miedo de amarte,
Que yo te conozco
y te amo,
como monstruo,
no como cobarde.